"La fotografía erótica durante la Transición se hacía con la máxima dignidad" Jordi Morgadas (fotógrafo)
A finales del 2006, el fotógrafo catalán Jordi Morgadas publicaba "Desnudos de la Transición", un libro que recoge parte del material que vio la luz durante esa época en revistas de prestigio internacional, como Playboy o Penthouse. De la mano de Ediciones GH, Morgadas nos descubre, esta vez en blanco y negro, toda la sensualidad del cuerpo femenino. En QUESABESDE.COM hemos profundizado en su visión de la fotografía de desnudo para conocer -de más cerca- las vicisitudes de esta disciplina.
¿Te iniciaste profesionalmente como fotógrafo con estas imágenes de desnudos?
Empecé a dedicarme a la fotografía en 1964, y mi primer encargo de reportaje erótico -para la revista Yes- no vino hasta 1972. Dejé de realizar este tipo de fotografía, digamos comercial, a finales de los ochenta.
¿Qué otro tipo de fotografía has realizado a lo largo de tu carrera?
Toda mi vida profesional la he dedicado a la moda y la publicidad, pero en 43 años de profesión se puede decir que he hecho casi de todo. Ha habido momentos más dulces y otros más duros, pero creo que es igual en todas las profesiones.
¿Qué te has propuesto con la publicación del libro "Desnudos de la Transición"?
Simplemente, he querido dejar constancia de una época en la que hacer este tipo de fotografía no era tan sencillo, aunque se hacía con la máxima dignidad y profesionalidad. Quizás ahora lo vemos fácil, pero las circunstancias del momento en el que fueron tomadas las imágenes representaban un doble reto para el fotógrafo.
Aunque en el libro aparecen en blanco y negro, las fotografías originales eran en color. ¿Por qué esta conversión al monocromo?
Quizás para hacerlas menos morbosas y más creativas a nivel de imagen, restándole importancia al color de la piel.
La fotografía erótica en la España de los setenta era heredera directa de la época del destape. ¿Se notaba eso en las tendencias y en la forma de trabajar de los fotógrafos?
No lo sé. Cada fotógrafo tiene su forma de pensar sobre la fotografía de desnudo, y mi influencia en aquel momento venía de los Playboy que llegaban del extranjero, por la calidad y lo cuidadas que estaban las imágenes publicadas.
¿Por qué razón decidiste firmar tus fotografías con el seudónimo Jeff Milton?
Principalmente, para que no se me encasillara sólo en el mundo del desnudo. Siempre me he dedicado a la moda, y sigo en ello.
En los últimos años, el mundo de la publicidad ha sufrido un cambio de cánones. ¿Ha ocurrido también con las modelos de fotografía erótica?
Creo que no. La imagen que quiere ver el lector es la de una mujer-mujer, con todas sus curvas, y no la de una mujer famélica.
El cuerpo desnudo de una mujer, ¿es la musa de tu creatividad?
Sí, en efecto. Toda mi vida fotográfica ha girado en torno al cuerpo de la mujer, sea desnudo o no, y he procurado realzar con mis fotografías toda su belleza natural. Para mí, es la creación perfecta.
Debe resultar complicado crear una historia en la que el eje temático obligue a mostrar siempre a la modelo desnuda.
Más que una historia, lo que intentábamos crear era un ambiente y una situación para poder movernos por ella, sin principio ni fin.
La naturaleza, el lujo y el exotismo son temas recurrentes en esas imágenes. ¿Elección del fotógrafo o imposición del editor?
Ambas cosas, ya que para las fotografías de desnudo el entorno tiene mucha importancia porque nos crea una composición del lugar. Además, siempre intentamos crear una atmósfera idílica en las imágenes.
Casi siempre has trabajado para publicaciones extranjeras.
Mis primeras fotografías fueron en publicaciones españolas. Más adelante, y con producción propia, comencé a vender mis reportajes a publicaciones de todo el mundo, desde América a Japón, y lógicamente en Europa. Los reportajes los vendía yo directamente o a través de una agencia holandesa.
¿Hay alguna modelo que no hayas fotografiado y que quisieras retratar?
Muchísimas, pero en lo que se refiere a fotografiarlas desnudas, la mayoría están fuera del alcance de los fotógrafos.
“El hombre no me inspira, pero la mujer… de toda la vida”
Hasta
33 veces le mandaron a juicio durante el franquismo por atentar contra
la moral y las buenas costumbres con sus fotografías de desnudos.
Instantáneas de mujeres que llenaron las revistas de la época y que
ahora han quedado inmortalizadas en “Desnudos de la Transición”, un
canto a la belleza de la mujer que firma Jordi Morgadas.
Zaragoza.- Catalán, pero aragonés de adopción. Jordi Morgadas (Granollers, 1946) lleva media vida captando con su objetivo la belleza de la mujer y el desnudo como reflejo de perfección. Acaba de publicar “Desnudos de la Transición” (Gráficas Huesca SL), un libro que recoge doscientas fotografías que realizó en los primeros años del destape. Y el 16 de enero inaugura en Huesca, la ciudad donde reside, una pequeña muestra de esas instantáneas como aperitivo de otra exposición que está preparando y que permitirá conocer al Jordi Morgadas cien por cien artista del desnudo.
Pregunta.- ¿Prefiere insinuar o enseñarlo todo?
Respuesta.- Me gusta que se insinúe, pero, según cómo, que se vea. Depende de la fotografía, de la posición… Las fotografías del libro son del principio de la época del destape en España. Son fotografías que, aunque puedan ser bonitas, son más comerciales, más para que se vea. Y actualmente se hace de todo: unas que rozan la pornografía como arte y otras en las que no se ve nada, pero son muy bonitas.
P.- ¿Qué es para usted el desnudo?
R.- Una expresión artística. Es mostrar la belleza. Para mí la mujer es la perfección y se trata de mostrar esa perfección.
P.- Entonces, ¿quién fotografía mejor a una mujer, un hombre o una mujer?
R.- Yo, a una mujer. El hombre no me inspira. Y mira que lo he intentado muchas veces, pero no me inspira. En cambio la mujer… de toda la vida.
P.- ¿Es necesaria cierta atracción sexual?
R.- Pues a lo mejor sí. Hace años que digo que para sacar buenas fotografías el fotógrafo tiene que enamorarse de la modelo, aunque sea por instante. Que le atraiga, que la mujer le haga sentir…
P.- El mito de que el fotógrafo y la modelo terminan juntos en la cama.
R.- Lo cortés no quita lo valiente. He podido haber salido con una modelo, pero no por el hecho de ser modelo. El profesional, el que realmente está por el trabajo, no ve a la mujer con ese sentido sexual, sino como inspiración.
P.- ¿Cómo empezó a dedicarse al desnudo?
R.- Un cliente me llamó para hacer unos trabajos de moda íntima, le gustaron y luego una revista me encargó un trabajo de desnudo de aquella época, que era enseñar un pecho… Iba publicando cada mes, después me llamaron los de Interviú, Playboy, Penthouse… No te das cuenta y acabas inmerso en esa rueda.
P.- No sería fácil hacer desnudos durante el franquismo.
R.- Era un atractivo añadido. A mí me mandaron 33 veces a juicio por atentar contra la moral y las buenas costumbres, pero nunca hubo sentencia. Como salían tan tarde los juicios, ya se estaban publicando cosas más atrevidas y siempre se sobreseía.
P.- ¿Por eso decidió utilizar seudónimo?
R.- Todo lo que haces en moda no siempre se firma y, en cambio, todos los reportajes de desnudos sí que iban firmados. Entonces, para que no se me encasillara sólo en el mundo del desnudo decidí ponerme seudónimo. Utilicé varios, pero el más conocido fue Jeff Milton.
P.- Por cierto, ¿cuál es la diferencia entre un desnudo vulgar y otro artístico?
R.- Siempre he dicho que la fotografía de desnudo no tiene intermedio. O es muy buena porque estéticamente está muy bien o es muy mala porque es vulgar. Precisamente, dejé de hacer desnudos en revistas cuando empezaron a salir algunas muy vulgares. No quería que la gente me metiera en ese mundo de lo vulgar.
P.- Ahora todo se puede mejorar con el Photoshop.
R.- Photoshop es una herramienta que te ayuda mucho porque puedes corregir imperfecciones. Se usa más a nivel comercial que artístico, o al menos yo procuro ser lo más honrado posible en ese sentido. Aunque las fotografías del libro están hechas en una época en la que no existía.
P.- Sería más complicado hacer una buena instantánea.
R.- Al revés. Ahora nos complicamos más la vida. Queremos arreglar lo que a veces no tendría ninguna necesidad de arreglarse. A lo mejor por estética lo haces y si un pecho no queda bonito porque está un poco caído lo pones bien… o si hay algunas estrías que hacen feo las quitas… Y en aquella época si el pecho caía un poco, pues caía un poco.
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