La pintura de Gustave Courbet suscitó enormes polémicas por su elección de temas vulgares. La verdad es que con tanto realismo, Courbet impresiona. Y no por las olas.
En Mujer en las olas, evoca el mito de Venus nacida del mar, pero astutamente subvierte la figura de la pose, que deriva de las convenciones académicas.
Fue uno de los pintores que mejor ha sabido expresar la sensualidad del cuerpo femenino, pero el erotismo aumenta en la “La Mujer de las Olas” de 1868, cuyos pezones son sin duda los más carnales y atractivos de toda la historia de la pintura.
El impacto erótico, por no decir pornográfico, es todavía más importante. La postura, un busto de tamaño natural que emerge de la ola, no tiene nada de académica; los brazos alzados dejan ver el vello de las axilas, representación excepcional en la época y, por ello, más turbadora; la aplicación de tonos rojos y azules no es arbitraria, sino que realza la hinchazón del seno e indica el movimiento de la sangre agitada por el frío, que sonrosa las mejillas y que hace que los pezones estén erguidos. La espuma, aplicada o tal vez lanzada en proyecciones espesas sobre este vientre parcialmente sumergido, constituye la metáfora, evidentemente escandalosa, del semen masculino.
El desnudo femenino, es uno de los mayores desafíos para Courbet quien pinta sus primeros desnudos en los años 1840. A partir de la revolución de 1848, Courbet fue etiquetado de «revolucionario peligroso».
Sí, ya, algunos dirán (quizá esos mismos psicoanalistas antes mencionados) que lo que se se busca, se anhela y se desea con tal imperiosidad es el eterno femenino; es decir, la mujer en general; bien por incapacidad para sublimar el amor a una sola mujer, bien por un exceso de sensibilidad y de franqueza u honestidad con uno mismo como para realizar esta labor de auto-limitación y engaño.
Pero Guillaume Seignac tenía la capacidad para pintarlas. Esa concentrada atención en el mínimo detalle, en el pliegue, en el matiz del cambio de color, en la profundidad de una perspectiva que pujaba en las convexidades y se hundía en las íntimas oquedades, en la pincelada delatora de la mirada risueña, del ojo pícaro, de la sonrisa irónica, de la lasciva, de la ensoñadora, de la ensimismada, de la limpia o de la voluptuosa,... toda esa concentración en reproducir el sentimiento de lo experimentado en la contemplación, en la sugestión, en la excitación,... toda esa concentración le liberaba, actuaba de válvula de escape. No lo calmaba totalmente, porque era un estímulo constante, pero acallaba --mientras estaba sumergido en el detalle--, al menos, el grito de su sensualidad exacerbada, tornándolo susurro, murmullo apenas, del pincel al lienzo (campo donde se desarrollaban sus batallas de amor).
Así las pintó en todo tipo de actitudes, con esa facilidad pasmosa y ese dominio del dibujo, del rasgo anatómico, del movimiento congelado. Desnudas, veladas, vestidas; clásicas, académicas, románticas, modernas; rubias, morenas, pelirrojas; ficticias y reales, soñadas e imitadas, reproducidas y repetidas,... Toda su vida --mi vida-- fue un derivar su sensualidad al lienzo; sus ojos, demiurgos, recreando la belleza deseada y nunca colmada en satisfacción.
Menos académico que su maestro y mentor Bouguereau (siempre él, el modelo de modelos academistas), tendió puentes hasta el art nouveau, incluso, sin desdeñar cierto coqueteo con las más rabiosas corrientes pictóricas del efervescente final del siglo XIX y principio del XX (no es difícil encontrar en sus obras de temas menos clásicos --léase mitológicos-- pinceladas ligeramente impresionistas), lo que le hace parecer menos idealizante y más natural, más realista (aunque siempre procure contemplar a ese deseado, y nunca suficientemente complaciente, cuerpo femenino con los ojos de la belleza que ansía poseer).
Los escenarios son recurrentes y simples, sin complicaciones aparentes, pero los temas son originales y no solo meras excusas para reproducir el cuerpo femenino: clásicos y mitológicos (Venus, Psiqué, Cupido --sin venda--, Ninfas, Faunesas, Diana Cazadora). Abstracciones: Vanidad, Inocencia, Virginidad, Indolencia, Ensimismamiento. Personificaciones (olas como cuerpos de mujer, Éxtasis sensuales). Actitudes de la vida cotidiana (mujer en la playa, en el baño, sentada, reclinada, tumbada, despertando, estirándose tras el sueño, mirándose al espejo, o simplemente exhibiendo su bella anatomía (pero no hasta el punto de resultar espectacular; deteniéndose en lo natural de alguien naturalmente bello).
Seignac apoyado en unas facultades extraordinarias para el dibujo y la perspectiva (es sencillo rastrear esa tendencia al contraposto miguelangelesco, en muchos de sus cuadros), recrea temas ya repetidos pero con una visión particular e insospechada (Cupido desarmado, la presencia de una mariposa atrayendo la atención, el contraste entre la desnudez de la bella y las fauces de un gran león sobre cuya piel está reclinada, etc...)
Paul Baudry es uno de los pintores franceses más famosos Siglo XIX durante el reinado del sobrino de Napoleón Bonaparte. Se dedica a la pintura naturalista, aunque hace también alguna escena mitológica.
Su obra "La Perla y la Ola" se expuso en el salón de París donde provocó grandes aplausos, pero también grandes críticas por la lujuria que parece desprender el cuadro. El cuerpo tiene una postura tranquila y serena, mientras que la cara tiene una mirada provocadora, algo picante.
Durante
el S. XIX, en la Inglaterra victoriana, como en el resto de Europa, el
desnudo y el sexo eran un tema tabú. Esta represión generaba una
todavía mayor obsesión, que llevó a desarrollar una hipócrita doble moral,
que permitía en privado lo que negaba en público. Los artistas
encontraron diversas formas para poder justificar la inclusión del
desnudo en sus obras, ya que no se aceptaba su representación del un
ambiente contemporáneo.
La primera fue el recurso a un mundo fantastico, onírico y de leyenda,
frecuentemente relacionado con criaturas marinas, sirenas, etc. Esto
cobró mucho fuerza en Gran Bretaña, la mayor potencia marítima del
mundo, nación insular en el que el mar nunca está muy lejos. En esta
obra de Lord Leighton,
"La sirena y el pescador" se roza el limite de lo escandaloso para esta
sociedad bien pensante. En una época cuya vestimenta femenina tendía a
ocultar y disimular las formas del cuerpo, la abierta carnalidad y el
contacto físico de los protagonistas roza el límite de lo pornográfico.
Edward Poynter es uno de los escasos exponentes del neoclasicismo victoriano, mostrando un gran gusto y atracción por mostrar en pintura y con el máximo detalle posible, lo que fue el mundo antiguo y la mitología (a la que dio hermosa forma), fuentes de las que bebió a lo largo de su exitosa carrera pictórica.
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http://commons.wikimedia.org/wiki/Guillaume_Seignac
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http://www.wikipaintings.org/en/search/wave%20waves/1